domingo, 29 de mayo de 2011

Réquiem

Bueno, y esque al final lo único permanente es la impermanencia. Es cierto, en ocasiones lastimamos; en otras nos toca ser lastimados. El resultado es el mismo: saber dejar ir. Nadie nos habló de la impermanencia,  de lo fugaz, de lo pasajero, de lo espontáneo. La belleza que envuelve el cerrar un ciclo: saber dejar ir con el mismo amor que se le tiene a algo, o a alguien. El deseo sin duda es la causa del dolor que resulta inevitable. Un budista diría que hay que erradicar el deseo. Para mi, hay que aprender a desear, lo mismo pasa con el amor; por más nato que pareciera...amar se convierte en un patrón, en una capacidad que se debe hacer crecer. Es cierto, no eligimos a quien amar, sin embargo, sí decidimos cómo amar. Empezando por uno mismo.

En mi caso, desconzco mi capacidad de amar. Mucha. Poca. No lo sé. Sé que es suficiente para la entrega, pero más que eso, suficiente para hacerla crecer. Quizás no haya encontrado a esa persona que sugiera que haga de mi capacidad mundos alternos, y por ahora, estoy agradecida con aquello. Tanto mi situación como mi posición opinan que lo siembre...en mi. Volver de semillas, árboles. De ramas, frutos. Hacer del otoño, una primavera indestructible.

Al final, la vida es individual. El tiempo, la razón, la circunstancia, el camino, las pasiones, sueños, metas, ideales...se comparten. Algunas surgen, otras se construyen. Démosle vida a algo mejor...entreguémonos de distinta manera. Entreguémonos con el principio de la impermanencia presente. Amar como alcohólico. Sólo por hoy. Asi viene la difícil tarea de hacerlo a diario, para así enamorarnos a diario. Ese es un amor eterno; aquél que tiene la capacidad de renamorarse día con día. Si se descuida, muere esa luz que surge para mantenerse viva. Es un trabajo señores. El amor es un trabajo de tiempo completo que no puede reclamarse en tribunales, cuyo finiquito debería ser cuestión de cobardes. Se trata de encontrar un colega con el que se trabaja permanentemente para romper con la regla universal de la impermanencia. Un contrato bilateral cuya rescisión debe ser considerada un imposible. Sólo así, resurgir.

Les parecerá hipócrita de mi parte que comencé hablando del saber "dejar ir" con sabiduría. Me refiero únicamente de saber dejar ir a aquél que no resulta ser el colega perfecto. Al final, todos somos reemplazables en todo sentido, mucho más en ésta era "desechable" ¡Hasta la ropa interior se ha vuelto desechable! Ahora los tribunales están hasta el tope por las relaciones desechables...inclusive nuestros legisladores se encargaron de hacer el "Divorcio Exprés" cuyo contrato bilateral puede terminarse unilateralmente. Ahora te "notifica" un burócrata cualquiera que tu estado civil ha cambiado a "soltero"...alomejor si accedemos a dar una pequeña mordida, lo notifique con un poco de tacto.

Lo mismo pasa en nuestras vidas cotidianas, emigremos a la lucha constante de lo que está perdido. Recuperemos la constancia aun dentro de la impermanencia. Si el colega perfecto no nos llega, entonces ensayamos esa cualidad de enamorárnos a diario. Teniendo presente que todo va acompañado de una experiencia que nutrirá ese templo que entregáremos cuando firmemos el contrato bilateral.

Lévantemos polvo. Construyamos. Trabajemos. Ensayemos. Amémonos...empezando por nosotros. Mientras tanto, Natalia, trabajará para hacer de Rebollo el nombre compuesto que estará impregnado en ese contrato irrescindible que firmaré con mi colega.

NR

viernes, 20 de mayo de 2011

Diálectica-Catársis

Me resulta un tanto necesario entender las situaciones que logran impregrarnos de duda, fragilidad, incertidumbre, e ironías; me refiero a aquellos momentos que sugieren ser permanentes en donde lo que embonaba a la perfección deja de hacerlo; lo que armaba un perfecto rompecabezas carece de piezas; lo que parecía ideal se vuelve víctima de un idealismo propio. Hace ya unos años en mi afán de emprender una búsqueda de creer en algo, comencé durante dos años a saciar esa interminable sed que parecía ser insaciable. Me encontré a mi misma, creyendo sólo y sólo en mí. El catolicismo careció de fundamentos, el budismo de compromiso, la kabbalah de práctica...dejé de creer inclusive en la mágica institución del matrimonio, dejé de creer en la pareja, en los amigos eternos, en la pasión honesta, en los fanáticos. Decidí entonces inclinarme por la filosofía; fue así como ingresé a clases particulares de esta hermosa forma de vida en donde las cosas cobran sentido porque uno lo elige.

Quisiera hacer énfasis por ahora, únicamente, en la diálectica. Este concepto que surge bajo la luz de Platón, un concepto que se ha querido desentrañar desde Hegel, Kant, y bueno, ahora por mi misma. Recurro a la dialéctica unas cuatro veces por día. ¿A qué me refiero? Bueno, partiendo de la premisa que la diálectica desde dónde la aprecio (a de dónde me conviene apreciarla por ahora) es el conocimiento puro a traves de contrastes; contrarios; dispariedades.

¿Por qué he de saber lo que es la felicidad sin conocer la tristeza?
¿Por qué he de conocer la luz sin concoer la obscuridad?
¿Por qué he de conocerme a mi misma sin desconocerme?

Es el maravilloso transe del cual soy víctima, sin el cual me sería imposible hablar desde un punto positivo. Creo que todo ser humano ha pasado por estos procesos de negro-blanco, compáñía-soledad, felicidad-tristeza, luz-obscuridad. Elevo este concepto a un rango sociológico, psicológico, legal e inclusive político. Si descubriesemos la belleza que envuelve la diálectica, aprenderíamos a abrazar el dolor, sabríamos estar estupidamente felices en la miseria, sabríamos estar solos inclusive estando en pareja...la dimensión de los problemas que envuelven nuestros días serían legítimos tras una teoría pura de la dialéctica. Existe la salud porque existe la enfermedad, existe el dolor porque así conoce el ser humano; mediante contrarios.

Es esta etapa que a mi me envuelve, sé que no soy la única, sé que muchos nos sentimos abandonados por el propio universo...a mi me rescata la dialéctica. Valoro y gozo el no saber el camino; disfruto perderme en mí misma; estimo perder la directriz. Es ahí y justo ahí donde entra la catarsis. ¡Divina catarsis! Sublime explosión de aquello que no comprendemos, dejemos la vanalidad a un lado. Somos, fuimos, y seremos Catarsis. Hagamosla ante estas situaciones que no tienen sentido, aquellas en las que no encontramos magia alguna, seamos víctima de la catarsis día a día; para que así, nos rescate la diálectica y renazcamos a diario...para bien, o para mal...porque al final lo único permanente es la impermanencia. Si es catarsis positiva; vendrá la dialéctica. Y si es negativa, también vendrá.

Nadie nos habló del peligro de estar vivos, mucho menos de la divinas confusiones que nos envolverán a lo largo del tiempo. Ahora celebro la confusión; pues una vez más, me rescata la dialéctica y se encargará de hacerme saber la claridad.

La vida es una, la sabiduría es otra. No soy ninguna erudita espiritual; sólo sé que cuando éstas logran fusionarse...es entonces cuando todo encaja...y nos volvemos testigos y partícipes de una construcción propia que viviremos quizás en compañía, quizás no..pero al final, la sucursal del cielo que construimos es el templo de uno mismo; no de aquél que nos acompañe...aquél sólo será beneficiario de ese paraíso. Nosotros, los actores principales.

NR