Me resulta un tanto necesario entender las situaciones que logran impregrarnos de duda, fragilidad, incertidumbre, e ironías; me refiero a aquellos momentos que sugieren ser permanentes en donde lo que embonaba a la perfección deja de hacerlo; lo que armaba un perfecto rompecabezas carece de piezas; lo que parecía ideal se vuelve víctima de un idealismo propio. Hace ya unos años en mi afán de emprender una búsqueda de creer en algo, comencé durante dos años a saciar esa interminable sed que parecía ser insaciable. Me encontré a mi misma, creyendo sólo y sólo en mí. El catolicismo careció de fundamentos, el budismo de compromiso, la kabbalah de práctica...dejé de creer inclusive en la mágica institución del matrimonio, dejé de creer en la pareja, en los amigos eternos, en la pasión honesta, en los fanáticos. Decidí entonces inclinarme por la filosofía; fue así como ingresé a clases particulares de esta hermosa forma de vida en donde las cosas cobran sentido porque uno lo elige.
Quisiera hacer énfasis por ahora, únicamente, en la diálectica. Este concepto que surge bajo la luz de Platón, un concepto que se ha querido desentrañar desde Hegel, Kant, y bueno, ahora por mi misma. Recurro a la dialéctica unas cuatro veces por día. ¿A qué me refiero? Bueno, partiendo de la premisa que la diálectica desde dónde la aprecio (a de dónde me conviene apreciarla por ahora) es el conocimiento puro a traves de contrastes; contrarios; dispariedades.
¿Por qué he de saber lo que es la felicidad sin conocer la tristeza?
¿Por qué he de conocer la luz sin concoer la obscuridad?
¿Por qué he de conocerme a mi misma sin desconocerme?
Es el maravilloso transe del cual soy víctima, sin el cual me sería imposible hablar desde un punto positivo. Creo que todo ser humano ha pasado por estos procesos de negro-blanco, compáñía-soledad, felicidad-tristeza, luz-obscuridad. Elevo este concepto a un rango sociológico, psicológico, legal e inclusive político. Si descubriesemos la belleza que envuelve la diálectica, aprenderíamos a abrazar el dolor, sabríamos estar estupidamente felices en la miseria, sabríamos estar solos inclusive estando en pareja...la dimensión de los problemas que envuelven nuestros días serían legítimos tras una teoría pura de la dialéctica. Existe la salud porque existe la enfermedad, existe el dolor porque así conoce el ser humano; mediante contrarios.
Es esta etapa que a mi me envuelve, sé que no soy la única, sé que muchos nos sentimos abandonados por el propio universo...a mi me rescata la dialéctica. Valoro y gozo el no saber el camino; disfruto perderme en mí misma; estimo perder la directriz. Es ahí y justo ahí donde entra la catarsis. ¡Divina catarsis! Sublime explosión de aquello que no comprendemos, dejemos la vanalidad a un lado. Somos, fuimos, y seremos Catarsis. Hagamosla ante estas situaciones que no tienen sentido, aquellas en las que no encontramos magia alguna, seamos víctima de la catarsis día a día; para que así, nos rescate la diálectica y renazcamos a diario...para bien, o para mal...porque al final lo único permanente es la impermanencia. Si es catarsis positiva; vendrá la dialéctica. Y si es negativa, también vendrá.
Nadie nos habló del peligro de estar vivos, mucho menos de la divinas confusiones que nos envolverán a lo largo del tiempo. Ahora celebro la confusión; pues una vez más, me rescata la dialéctica y se encargará de hacerme saber la claridad.
La vida es una, la sabiduría es otra. No soy ninguna erudita espiritual; sólo sé que cuando éstas logran fusionarse...es entonces cuando todo encaja...y nos volvemos testigos y partícipes de una construcción propia que viviremos quizás en compañía, quizás no..pero al final, la sucursal del cielo que construimos es el templo de uno mismo; no de aquél que nos acompañe...aquél sólo será beneficiario de ese paraíso. Nosotros, los actores principales.
NR
Sublime!
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