Es en el Centro de Readaptación Social Varonil Santa Martha Acatitla, en donde ocurre la más perfecta de las ironías. Aquello que pareciera estar bifurcado en su totalidad, compone una mezcla homogénea cuando los reos de este centro penitenciario, hacen en escena, la obra del prodigado William Shakespeare, Ricardo III. Lo monumental no es el diálogo de la obra en sí, ni el evidente talento de los reclusos, sino el fenómeno que ocurre cuando el centro de readaptación que alberga a los delincuentes más peligrosos de la ciudad, se convierte en el escenario en donde se encarna la insaciable búsqueda del poder.
Esta obra es digna de elogio al Foro Shakespeare, en especial a Itari Marta y Luis Sierra (directores de Ricardo III), aún cuando el proyecto no busca ser reconocido con tintes altruistas, sino únicamente como vehículo de la profesionalización del teatro. Se hace evidente la más pulcra intención de aquello que permite éste arte escénico, pues trabaja sin perjuicio alguno. En mi opinión, la propuesta más viable de la ya casi muerta, readaptación social. Un espacio sin medias tintas, un laboratorio en donde se les enseña a los ya sentenciados, a tener un trabajo digno.
Este Centro de Readaptación Social, (ceresova) alberga alrededor de 2, 700 internos; la mayoría de ellos por la comisión de delitos graves. Entre ellos violación, secuestro, homicidio. Son 13 reclusos quienes por un momento difuminan su sentencia que es ya, ejecutoria, para encarnar el diálogo de Ricardo III, en donde predominan los mismos crímenes...esta vez, en contra de la corona.
La obra aborda la malicia, la crueldad, aberrante sed, insaciable necesidad, la esquizofrenia polìtica. Si bien el poder ha sido materia de discusión para Faucault, Nietzsche, Heidegger, Maquiavelo, entre miles más. Mismos que estarían sin duda en antidepresivos si fuesen testigos de la realidad que nos ocupa. Esque con esta situación Romeo estaría en prozac, Julieta en rivotril, y Shakespeare sería raeggetonero. El propio Friedrich von Schiller preferiría escribir narcocorridos que dramaturgia, pues basta con leer los periódicos a diario para cumplir con las cuotas de drama que el morbo sugiere. Todo está en permanente impermanencia, si bien algo persiste ceteris paribus es la perversa seducción del poder, que al parecer es la más sensual de las proposiciones, pues el poder siempre sale invicto.
Es en esta perdurable experiencia, que la adjudico en especial a Itari Marta, que la presencia escénica y el diálogo embrollado, se esclarece con la verídica actuación de la malicia en su punto más sublime. En mi innegable obsesión de observar lo que expresan las manos, me encuentro con la más excelsa de las extrañezas; son las manos de los reos que por un momento dejan de ser sentenciados para convertirse en el elenco de Ricardo III y dotar de libertad una prisión. Son esas mismas manos que asesinaron, violaron, y secuestraron, quienes ahora se refugian en el teatro para lograr la reinserción social.
Al final de la obra, se abre una sesión de preguntas y respuestas entre el público y los actores. "¿De qué te ha funcionado acercarte a la actuación?" pregunta alguien del público- "Me sirve para volverme consciente de mis propias perversiones." Contesta un recluso con una sentencia de más de 100 años. ¡Eso, justo eso es la readaptación social! Estos hombres encuentran libertad aún encerrados, dibujan e imprimen en un escenario el respeto a sí mismos. Convierten una prisión, en la sucursal de la integridad, dignidad, y aquellos derechos que merecen y que hemos olvidado reconocerles.
Es a través del teatro que logran la canalización emocional en alguna práctica que los lleva a erradicar la crueldad y a ser testigos de su propia conscienca. Invoco las palabras de Itari, autora intelectual del proyecto: "Si, justo ese el punto del teatro, limpiar el alma" y vaya que lo logra tanto en los reos, como en el público.
Es a través del teatro que logran la canalización emocional en alguna práctica que los lleva a erradicar la crueldad y a ser testigos de su propia conscienca. Invoco las palabras de Itari, autora intelectual del proyecto: "Si, justo ese el punto del teatro, limpiar el alma" y vaya que lo logra tanto en los reos, como en el público.
Existe la Ley que establece las Normas Mínimas Sobre Readaptación Social de Sentencias, inclusive un reglamento de Reclusorios y Centros de Readptación Social del DF que prevee un régimen penitenciario progesivo, sin embargo, carecen de realidad y son sólo redacciones impecables que nada dicen, démosle vida a algo mejor, démosle vida a una política penitenciaria plausible.
"Todos somos culeros porque somos incapaces de amar" esa es la frase con la que termina Ricardo III que se presenta en el Teatro Juan Pablo de Tavira, en Santa Marta Acatitla. Sean testigos, partícipes y público de esta puesta que resulta una experiencia verdaderamente memorable en todas sus esferas.
"Todos somos culeros porque somos incapaces de amar" esa es la frase con la que termina Ricardo III que se presenta en el Teatro Juan Pablo de Tavira, en Santa Marta Acatitla. Sean testigos, partícipes y público de esta puesta que resulta una experiencia verdaderamente memorable en todas sus esferas.
Las funciones en Santa Marta Acatitla son los sábados, a las 14 horas. Estrictas medidas de seguridad. Contacto: difusion@foroshakespeare.com o en en la sede del foro, en Zamora 7, colonia Condesa. Teléfonos 5553-4642 y 5256-0014.
Natalia Rebollo
@nataliarebollo
No hay comentarios:
Publicar un comentario