viernes, 11 de noviembre de 2011

Letra muerta

Una sociedad organizada es mi apuesta final. Es en estos tiempos en donde apuesto un “all in” a un movimiento social que detenga este virus que se propaga desmedidamente. Dejemos de ser objeto de la constante queja y emigremos a la constante solución. Una solución que sin duda no curará el tumor que se convierte en temor invaluable en una sociedad que no logra consenso. 

La flagrante y repetida violación a los derechos humanos, una democracia que se vuelve objeto de discusión y disputa, un Congreso lleno de cúpulas virreinales, gobiernos locales que son del  crimen organizado, partidos políticos tripolares, militares que invaden competencias, reformas mal aprobadas, y otras reprobadas. No olvidemos la ciudadanía, no olvidemos aquello que nos compete. Atrevámonos a invadir espacios básicos que hemos dado en adopción. Exhortar a la sociedad que bien sabe quejarse, y nada sabe de organizarse. Unamos fuerzas y fusionemos nuestros duelos. Somos las nuevas generaciones las responsables de darle un giro a la manera en la que operan los intereses sociales. El concepto de Estado nos incluye y poco lo hacemos nuestro.

Me enoja el número de descensos, me enfurece la reforma política, roña me sacan los factores reales de poder,  me dan rabia las elecciones 2012, pero me emputa esta sociedad que perdona y olvida. Más me duele que se gestan movimientos sociales que los mismos líderes dejan morir. Quizás estoy orate por creer que el cambio existe. Sin embargo, también tendrán que matar a balazos la esperanza de aquellos que aún la albergamos.

Nada de lo que intento proponer resulta fácil, me es innegable que la hazaña es cosa de valientes, y existen intentos fugaces por lograrlo. Quisiera zangolotear a la jóvenes mexicanos y exhortarlos a participar, a transformar instituciones, a regresarle a futuras generaciones la noción y criterio de justicia. Quisiera creer que aun existe el debido proceso, que el narco desamortizará su incansable lucha, que se sensibilizarán a aquellos que tienen ya, maestría en tortura, tantas cosas quisiera que no cabrían ni en el verso más tierno que podría salir de mi mente idealista, tan llena de fe, tan llena de aquello que la razón se encarga de difuminar.

No caeré en la retórica, ni en lo cursi. Sí caigo en la desesperación. Trato de poner en párrafos, mi ansiedad. Si darle vida a algo mejor fuera fórmula infalible, sabríamos convocarlo. Se gesta el movimiento y carecemos de fuerza. Movimientos sociales es lo único que me queda por invocar. Que nuestras manos trabajen la paz. Pero ante todo, ojalá nuestras manos trabajen en estos ya viciados patrones de quejarnos. Ojalá seamos una sociedad más propositiva; una ciudadanía ejecutora. Operemos y convoquemos la organización social. Convirtámonos en la cúpula más fuerte.

Quien lea podría calificar este texto como una autentica carta a Santa Claus. Lo es por ahora. La envíe o no la envíe, la lea o no la lea, responda o no responda; no callo lo que pienso. Sólo vivo en la constante lucha para no dejar morir aquello que he quisiera dar a luz. 

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